miércoles, 13 de febrero de 2019

Filosofía en la obra El túnel de Ernesto Sábato

  En la obra El túnel se puede encontrar valores y supuestos filosóficos. Sábato colma de filosofía dando predominancia a la escuela existencialista. Uno de los extractos es en la cual Juan Pablo realiza su monólogo, en el capítulo XXI, luego de arrepentirse de reprochar a María que estaba engañando a un ciego, hasta el punto de desear la muerte:

            “A pesar de todo, el hombre tiene tanto apego a lo que existe que prefiere finalmente soportar su imperfección y dolor que causa su fealdad, antes de eliminar la fantasmagoría con un acto de propia voluntad. Y suele resultar, también, que cuando hemos llegado hasta ese borde de la desesperación que precede al suicidio, por haber agotado todo el inventario de lo que es malo y haber llegado al punto de que el mal es insuperable, cualquier elemento bueno, por pequeño que sea, termina por hacerse decisivo y nos aferramos a él como nos agarraríamos desesperadamente de cualquier hierba ante el peligro de rodar en un abismo”.

            Podría pensarse que el fragmento presentado correspondiese al absurdismo de Albert Camus, pero no hay que olvidar que esta supuesta filosofía es una derivación del pensamiento existencialista. De cualquier modo, quisiera presentar si es posible, por lo antes mencionado, algo que sí es más cercano al pensamiento de Camus. En el mismo capítulo XXI, Castel dice:

            “El suicidio seduce por su facilidad de aniquilación: en un segundo todo este absurdo universo se derrumba, como un  simulacro, como si la solidez de sus rascacielos, de sus acorazados, de sus tanques, de sus prisiones no fuera más que una fantasmagoría…”.

            Otro tema que se aborda es el pesimismo, cuyo representante máximo es Schopenhauer, no sin antes dejar en claro que este supuesto es cuestionado si es realmente una filosofía al igual que pasa con el absurdismo.  En todo caso, el pesimismo se identificó y analizó antes que el existencialismo. El ejemplo más claro se encuentra en el capítulo XI, El personaje principal confiesa:

            “Algunos hombres, algunas mujeres aisladas me fueron muy queridos, por otros sentí admiración (…), por otros tuve verdadera simpatía; por los chicos siempre tuve ternura y compasión (…); pero, en general, la humanidad me pareció siempre detestable”. 

            En el capítulo XVIII, María, cuando trata de dar explicaciones sobre la personalidad de Richard, afirma que existe en Castel rasgos de nihilismo. Antes de presentar el fragmento al cual aludo, se debe mencionar que el nihilismo no es una eliminación de valores; sino que es una transvaloración, el cuestionamiento de lo establecido, ya sean normas, sentimientos, roles, etc.

            |“(Richard) Era un hombre incapaz de crear nada, era destructivo, tenía una inteligencia mortal, era un nihilista. Algo así como tu parte negativa”.

            De la transvaloración a la cual aludo es una constante en toda la obra, las quejas de la valoración de los críticos de arte, la visión que tiene de los psicoanalistas, etc. Pero para identificar con más claridad el nihilismo de Juan Pablo se recurrirá al capítulo I, en la cual expresa su admiración hacia los criminales calificándolos de “inofensivos”:

“Pero la verdad es que no siempre lo más vergonzoso de la raza humana aparece allí; hasta cierto punto, los criminales son gente más limpia, más inofensiva; esta afirmación no la hago porque yo mismo haya matado a un ser humano: es una honesta y profunda convicción”.

            En el análisis que se puede dar al personaje principal y a María, podemos encontrar un desencanto con la vida, una pérdida de sentido, un vacío que quería llenarlo con la presencia del uno con el otro sin poder manejar inteligentemente emociones (impulsividad sobre todo), y por ende, su relación. En consecuencia de ello, se puede apreciar una necesidad imperiosa de inculcar el respeto ya sea a otras personas como a uno mismo, saber darse su lugar. Para demostrarlo habrá que observar el siguiente diálogo:

“-¿Por qué no habla? –Le dije.
Sin dejar de mirar el árbol, contestó:
-No soy nadie. Usted es un gran artista. No sé para qué pueda necesitar.
Le grité brutalmente:
-¡Le digo que la necesito! ¿Me entiende?”.  

O esta respuesta que da María a Juan Pablo, en el capítulo XVIII:

“Dios mío, Dios mío. La muerte tampoco es mi tipo y no obstante muchas veces me atrae. Richard me atraía casi como me atrae la muerte o la nada. Pero creo que uno no debe entregarse pasivamente a esos sentimientos”.

De igual manera, en el capítulo XXIII, Castell le confiesa a la señora Allende:

“No escatimé detalle ni bajeza, como tampoco dejé de confesarle la tentación de suicidio”.

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Autor: Villanueva Amaya Edwin

Referencia Informativa:
Sábato, E. (2011) El túnel. Madrid: Cátedra


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