para que su segundo valga un segundo
y no más,
y no hay manos que tome de sus agujas
para dotarlo de fuerzas;
así va muriendo el poeta.
Como la hoja con su limbo aún verde,
que sube y baja agitada por los vientos de otoño,
sujeta la rama anhelando ver la primavera;
así va muriendo el poeta.
Como la suerte del sombrero limosnero,
que una vez terminada la función
la gente solo aplaude y diciendo:
¡gran artista!, se retira;
así va muriendo el poeta.
Como el errante en el desierto,
que deseoso de vida se aferra a un espejismo
y jadea
y camina
y se arrastra hacia ese oasis,
pero espejismo, en fin;
así va muriendo el poeta.
Como aquel rosario
que por generaciones fue oscilante
por incontables oraciones, besos y caricias,
mas hoy es inerte, empolvado,
sin triste ni enfermo que le rece o algo le pida;
así va muriendo el poeta.
Como la vela del candelabro,
con sus últimos cinco centímetros de hilo,
con su cera esparcida
la cual la lengua luminosa derrite,
aguarda moribunda a la penumbra;
así va muriendo el poeta.
que deseoso de vida se aferra a un espejismo
y jadea
y camina
y se arrastra hacia ese oasis,
pero espejismo, en fin;
así va muriendo el poeta.
Como aquel rosario
que por generaciones fue oscilante
por incontables oraciones, besos y caricias,
mas hoy es inerte, empolvado,
sin triste ni enfermo que le rece o algo le pida;
así va muriendo el poeta.
Como la vela del candelabro,
con sus últimos cinco centímetros de hilo,
con su cera esparcida
la cual la lengua luminosa derrite,
aguarda moribunda a la penumbra;
así va muriendo el poeta.
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