domingo, 10 de febrero de 2019

Confesión

Aunque crucen como estrellas fugaces las lágrimas hacia la infinita profundidad de mi pena, debo decirle la verdad. La perderé para siempre, pero la amo. 
He tratado de envolverme con su misterio, he profundizado en las metáforas de sus líneas, he perseguido su verdad sin éxito. No puedo decir que no le he dado su tiempo. ¿Cuánto tiempo podré fingir comprender algo que no cuadra en mi lógica? Aquí está ella, con su sonrisa presta al saludo, con la suavidad en sus labios y la amabilidad en su alma. Aquí está ella y yo ya no estoy en ningún lugar acercándome vacilante. 
"El amor no es egoísmo", me dijo mientras me compartía su pasaje bíblico favorito. Así, ¿cómo decirle que deseo para mí sus ojos fijos en los míos, pues los míos harán más de lo natural del amor? ¿Cómo decirle que deseo acariciar su vida cada día hasta mi muerte? ¿Por qué es este miedo de desaparecer para siempre de su vida? ¡Cómo no va a ser egoísmo! ¡Deseo para mí su vida más que algún diablo, para sí, su alma!
En su mente habita poesía pura, idealismo puro, y la poesía no es más que la belleza de la mentira. Sin embargo, la vida la ha elegido para declamar su poesía y por ser ella la he aceptado como verdad, pero ¿por cuánto tiempo? La duda siempre fue la respuesta.
Quisiera ser todo mente o todo corazón, solo uno de ellos. Serán eternos los segundos luego de la despedida. En mi voz me he escuchado cruzar el umbral del miedo al adiós y mi corazón a despertado a su locura golpeándose contra mi pecho.
Cómo quisiera orientar mi forma de ser hacia la de ella. Quisiera ser como su esencia cuando se carga de paz y abre su vida al mundo. Quisiera en mi boca esas palabras que con delicadeza utiliza al hablarle a su prójimo, para ser y sentir, también, tranquilidad. Quisiera sentir en mi rostro la misma ternura y alegría que irradia su rostro cuando ella eleva al cielo sus danzas y sus cánticos.
Pero, también quisiera que ella oriente un poco de su lógica hacia la mía. Que ella sepa cómo mi vista se abre espacio entre sus cabellos para quedarme a soñar en sus ojos, mientras sueña en sus lecturas con seres moralistas atemporales. Que sienta la magnitud del rezo fervoroso que le hago, cuando ella le reza a la nada. Que sepa que la pretendo como unidad de esencia y cuerpo cuando ella habla de una triada inexistente.
No pasará. No me aceptará. Yo no sé cuánto tiempo pasará sin que ella exclame su lamentos por la ideología que me hace pensar y actuar, y me deje en real infierno de su ausencia. ¡No es una renuncia, es decir la verdad por amor! ¿Quién pudiera responder si es tan grande mi pesar que ha nublado el ambiente de esta mañana dominical o simplemente es una premonición de la despedida definitiva? Me pesan las lágrimas en los parpados sin haber dicho ni una sola palabra.

-¿Te sientes bien? - le preguntó por segunda vez - No te preocupes, dímelo que yo sabré comprender.
De sus ojos, al buscar su mirada, una lágrima le rodó por su mejilla y dijo:
-Sabes, no soy la persona que tú crees que yo soy...

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