Durante
mis primeros años de universidad, me preguntaba cuál era lo mejor para las
personas que viven lejos de nuestra capital: dejarlos paralizados en el tiempo,
manteniendo así su identidad o reconfigurar su cosmovisión en pos de su progreso.
Después de tanto tiempo, la pregunta volvió a surgir. Ahora que leo el artículo
“Cultura e identidad, el reto del Perú”, recuerdo la respuesta que dio Salvador
del Solar al entrevistador Aldo Mariátegui: “Yo celebro que tú consideres una
evolución todo lo que se acerque a tu propio pensamiento”, y caigo en cuenta de
la egocéntrica perspectiva con la cual yo abordaba el tema; también, de lo
valioso que es la revisión de textos referentes con temáticas supuestamente ya
superadas, tales como: identidad y progreso.
Resulta
difícil imaginar la identidad desde la propia perspectiva. La idea de identidad
usualmente se encuentra influenciado por el ego de la persona que observa. Esto
se revela por el mayor uso de la expresión “tú tienes una identidad” en comparación
a “yo tengo identidad”. Luis Cisneros, cuando habla de cultura, tiene en cuenta
la visión que tiene la persona de sí y de su entorno, tanto próximo como
lejano. Esta perspectiva enfoca al hombre como iniciador de su mundo, como
aquel que toma información del entorno, lo hace suyo (lo significa) y luego lo
representa. En esa significación, deposita sus sentimientos, su emoción, sus
experiencias y sus metas.
Sin
embargo, pocas veces se tiene a la identidad como la percepción que se tiene de
sí, y puede que surja por la diversidad de vivencias que experimenta sin tiempo
a reflexión. Zygmunt Bauman explica que nuestras consideraciones tienen su
génesis en la estima que otros nos tienen: “El amor a uno mismo está edificado
sobre el amor que nos ofrecen los demás” (2012, p.108), de modo que tenemos a
los otros como fuente de afecto y como espejos de nosotros mismos. En ese juego
de consideraciones, la autoestima reconoce los aspectos internos a mejorar y
clarifica las potencialidades. Aquí se conjugan las dos perspectivas que
permite a una persona el autoconocimiento: la interna, producto de su
significación, y la externa, producto de la interacción con los otros, su
entorno cultural.
Dado
que la educación carga con las ideas de progreso, desarrollo, mejora, es aquí
donde radica el primer foco de atención y la importancia del conocimiento que
debe todo ente educador para con los educandos: el vector de todo proyecto
educativo debe partir de la particularidad del estudiante. Pero, según Erving
Goffman: “cuando el individuo se presenta ante otros, su actuación tenderá a
incorporar y ejemplificar los valores oficialmente acreditados de la sociedad
tanto más, en realidad, de lo que hace su conducta general” (1959, p.47). Esto
responde a una dificultad del conocimiento de la identidad personal, y, cuando
se hace la pregunta ¿Qué es ser peruano?, la respuesta se hace más difusa salvo
bajo las perspectivas de las diferentes disciplinas. Comprendo que es una
empresa vana tratar de enmarcar al hombre, en otras palabras, categorizar al
ser; sin embargo, al definirlo, qué simple sería ayudarlo.
De
esto habla Bauman cuando describe las relaciones humanas de esta modernidad
líquida: “La búsqueda de identidad es la lucha constante por detener el flujo,
por solidificar lo fluido, por dar forma a lo informe” (2003, p.89). La visión
externa y epifenoménica que se tiene de las vivencias exóticas de los peruanos
que se encuentran lejos de la capital otorga esa extrañeza, sensación de incoherencia,
esa inarmonía que deriva en el deseo de explicarlo o desapropiarlo de su “yo”. Utilizando
el lenguaje antropológico de Levi-Strauss, descrito por Bauman (2003), a lo que
deriva esa miopía e ignorancia de las particularidades del hombre es a una
antropofagia, término que lo describe como una desalienación del otro,
aniquilación de su otredad, para alinearlo a la visión personal.
Ante
esto, ¿cómo conocer su identidad? Es verdad que somos seres circunstanciales,
pero respondemos a un pasado y a unas metas, tanto personales como colectivos. Por
ello, precisa cita realiza Cisneros de la UNESCO sobre la identidad cultural:
“es ante todo la identificación espontánea de un hombre con su comunidad local,
regional, nacional, lingüística, con los valores éticos, estéticos que la
caracterizan”. Al proponer lo cultural, supera, de algún modo, lo indefinido que
es la identidad. El entorno cercano, el conocimiento de la cultura en el que se
desenvuelve el estudiante, es el segundo foco de atención porque la dirección
de la educación tiene su origen en el estudiante y su potencialidad se
despliega influenciado por su cultura.
Hacia
esto apunta la mira de Cisneros, las soluciones a los problemas educativos
deben considerar el espíritu de la cultura depositada en los estudiantes, pues
cualquier proyecto educativo tiene como destino la realización de la persona y
el desarrollo de su entorno desde la perspectiva de dicha persona. El
desarrollo se encontrará enmarcado por la valoración de su cultura; así, el
progreso corresponde a la superación sus necesidades y el logro de su libertad.
Referentes informáticos:
· Bauman, Z. (2007). Amor líquido. Distrito Federal: Fondo de Cultura Económica.
· Bauman, Z. (2003). Modernidad líquida. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
· Cisneros, L (2009) Aula abierta. Lima: Norma
· Goffman, E. (1959) La representación de la persona en la vida cotidiana. Buenos Aires: Amorrortu
· Lamula externos. Lamula externos. (2016, 4 abril) Salvador del Solar trolea a Aldo Mariátegui. [archivo de vídeo]. Recuperado de https://www.youtube.com/results?search_query=salvador+del+solar+y+aldo+mariategui
No hay comentarios.:
Publicar un comentario