¿Que si la vida es una comedia? Estimado poeta, “tristemente”, sigo sosteniendo que sí. Y es triste porque en la estupidez y la ironía rigen su gracia, desde unas rodillas tocando los tablones por la desesperación hasta los talones tamboreando de alegría. El espectro con el que se mide la vida de este gran teatro está en función de esas, y el telón es una guillotina que corta tu último acto (no el último acto). Amigo, bibliófago empedernido, la tragedia mora en la literatura y el drama no es un abismo que recorre transversalmente la vida; y aunque lo pareciera..., déjame hablarte un rato atrás del escenario.
Cuánto diera por volver a creer en aquello que me inundaba: dios. Aunque no era fácil sus designios, tenías una línea de acción que daba seguridad, un manual que alivia; todo esto tranquiliza, pero, ahora que no hay un guion, qué sigue, qué hacer, para quién actuar. Esto evidencia la estupidez (en relación con el sentido etimológico estupefacto) existente antes y después de cada acto. Puedes ser un Fausto encerrado entre páginas abiertas hasta la vejez, puedes ser un despreocupado Bolsa alegre viviendo entre rimas; ninguna de ellas te hará superior a otros, solo te harás un erudito o un bufón (categorías de las que no serás exclusivo); para todas ellas serás estúpido. La actividad imperativa de buscar formas para una mejor actuación implica pensar y esto detiene el acto, te deja estupefacto. Luego de una actuación le sigue otra, y luego otra, todas seccionadas por la reflexión tanto para volver a actúa como para revisar lo hecho y sus consecuencias. Cualquiera que sea tu proyecto te categorizará. Piensa en esto, de volver a tener más funciones, ¿Julieta hubiese sido nuevamente una suicida tan joven? ¿María Iribarne hubiese hablado a Pablo Castel? La mayoría, en retrospección, deseamos cambiar en algo nuestro pasado. El deseo, los sentimientos, el ideal son motores de nuestra actividad y proyección, pero todo esto deriva en miedo por el estado de esperanza que alberga. Deseando algo mejor, desde nuestra perspectiva, ¿no te parece estúpido que ellas vuelvan a caer en lo mismo? Ellos son eternos, son categorías de cuyas cargas significativas son originarias. Nosotros no tenemos guion, no hay director; somos nuestros escritores y editores. Pero puede haber otra persona actuando de Julieta, teniendo la posibilidad de no actuar como Julieta. Así como hay un Pablo Castel (otro Pablo Castel) que se molesta a sí con conjeturas que no corresponden con la realidad, teniendo la posibilidad de amar. ¿No te parece irónico? Recordarás lo dicho a Harry Haller, que a los inmortales no hay que tomárselos en serio. ¿Te parece que la vida es una tragedia? Ellos son literatura, y en ello está su tragedia: no pueden, sino, reproducir su guion hasta el final; a nosotros los vivos nos queda el drama y la comedia. Sin embargo, recordarás también el verso vallejano: “Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!”. ¿Cuál es aquel dolor que sobre la arteria aorta proclama su reino perpetuo e inhibe al corazón de su latir? ¿Te parece que no hay una circunstancia posible que no consuele una falla, una perdida? ¿No hay olvido que suprima por instantes los momentos que producen melancolía? Esto puede ser muy subjetivo, lo sé, pero nosotros que estamos detrás del escenario viendo el acto de los otros, ¿no te parece que la entrega a la nada es un precio muy alto por cualquier circunstancia dolosa? Existimos y la capacidad de proyección no “debería” permitirnos terminar como esos románticos (acercando a su significado etimológico de literario), y de terminar así, ¿no sería motivo de ironía?
Puede que no comprendas el sinsentido de la vida, fuente de comedia de esta. Quizá porque el humor es subjetivo; quizá porque de tanta actividad lógica, el toque de absurdo es detalle agridulce; quizá porque de tantos dolores, un momento estúpido, una ironía destella un cielo en mi sonrisa. No te digo que la vida es una comedia irrisoria o la mejor de las comedias, pero, en lo absoluto, no es una tragedia.
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