viernes, 14 de diciembre de 2018

Énfasis en la obra "El malentendido" de Albert Camus

La obra El malentendido de Albert Camus es un drama de lectura fluida, si se tiene en cuenta el lenguaje al cual recurre el autor, pero con una complejidad en cuanto a la postura que brinda el autor sobre el enfrentamiento del hombre y su existencia.

La idea, que parece ser la meta a la que quiere llegar Camus, se encuentra en el tercer acto. De hecho, el tercer acto es donde se encuentra el desenlace de la trama. Toda la carga emotiva se desenvuelve ahí. Sin embargo, si se desea abordar y dar a conocer los sucesos en los cuales el discurso se torna más claro y más próximo a la filosofía del autor, podemos ubicarlo en la escena tres, en el momento en que Marta se dispone a retirar de la sala para dar fin a su existencia, no sin antes dejar en María una perturbación.

En el fragmento mencionado se puede distinguir dos modos interpretativos: uno que contempla la actitud dramática del personaje y otro que corresponde a la interpretación del mensaje que guarda la obra. De manera concisa se tratará de explicar el porqué.

En cuanto se refiere a la interpretación dramática, Albert Camus ofrece más referencias de los estados de emocionales y acciones, mientras transcurre las palabras de los actores. Un ejemplo de ellos se encuentra en el siguiente párrafo:

-MARTA (Ya en la puerta, volviéndose bruscamente.) Esa locura ha recibido su pago. Pronto recibirá usted el suyo. (Misma risa.) A las dos nos han robado, ya se lo he dicho. ¿De qué sirve esa gran llamada del ser, esa emoción de las almas? ¿Para qué gritar hacia el mar o hacia el amor? Es ridículo. Su marido conoce ahora la respuesta, esa espantosa casa en la que al final estaremos apretujados los unos contra los otros. (Con odio.) También usted la conocerá, y si entonces pudiera, recordaría con delicia este día en el que creía que comenzaba para usted el más desgarrador de los destierros. Comprenda que su dolor jamás será equiparable a la injusticia que se comete con el hombre; y, para acabar, escuche mi consejo. Bien le debo un consejo, ¿no?, ¡ya que he matado a su marido! Ruegue a su Dios que la haga semejante a la piedra (…) Pero si se siente demasiado cobarde para entrar en esa paz muda, reúnase con nosotros en nuestra casa común. ¡Adiós, hermana! Es fácil, como ve. Sólo tiene que elegir entre la felicidad estúpida de las piedras y el lecho pegajoso en el que la esperamos. (Sale, y María, que la ha escuchado con mirada extraviada, se tambalea, con las manos tendidas hacia delante.). (Camus, 1944, p. 57)

Este fragmento contempla la actitud del personaje al regresarle la mirada a María (...volviéndose bruscamente). Asimismo, el autor guía a la actriz en el tono de desprecio que debe tomar sus siguientes palabras cuando escribe "misma risa", así como en el modo de furia cuando escribe "con odio", ambos entre paréntesis. Luego de ello, le sucede una serie de cuestionamientos y exclamaciones creando contraste y diversidad tonos expresivos, y que, unido al discurso, deriva a una escena desbordante de sentimientos.

Cuando se refiere a la interpretación de las ideas finales que se desea plantear, se considera analizar desde cuando Albert Camus, en la voz Marta, pretende hacer explicito las conclusiones de su obra al público y dejarlos con el aturdimiento, utilizando las siguientes palabras: "Y antes de separarme de usted para siempre, veo que todavía me queda algo pendiente. Me queda desesperarla a usted".

Hay ideas que giran alrededor de las obras de Albert Camus, y una de ellas es la aceptación de la muerte pues ya hay una conciencia de lo absurdo de la vida. En su ensayo llamado El mito de Sísifo, se expresa esta idea:

Matarse, en cierto sentido, y como en el melodrama, es confesar. Es confesar que se ha sido sobrepasado por la vida o que no se la comprende. Sin embargo, no vayamos demasiado lejos en esas analogías y volvamos a las palabras corrientes. Es solamente confesar que eso "no merece la pena". Vivir, naturalmente, nunca es fácil. Uno sigue haciendo los gestos que ordena la existencia, por muchas razones, la primera de las cuales es la costumbre. Morir voluntariamente supone que se ha reconocido, aunque sea instintivamente, el carácter irrisorio de esa costumbre, la ausencia de toda razón profunda para vivir, el carácter insensato de esa agitación cotidiana y la inutilidad del sufrimiento. (Camus, 1985, p.6)

Marta, que tiene la firme decisión de terminar con su vida pues la única persona que deseaba al lado ha decidido unirse al "lecho pegajoso" en el que se encuentra su hermano y sus sueños frente al mar han sido truncados, se despide de María. Pero, antes, le recuerda que toda la tragedia no es producto de un suceso imprevisto que altera la marcha normal, que es parte del orden. Luego dirá sobre su hermano: ¡El muy estúpido tiene ahora lo que quería! Se ha reunido con la que buscaba. Todo ha vuelto al orden.

Este énfasis sobre el orden también se puede apreciar en su obra El extranjero, cuando Meursault, luego de su sentencia a muerte, en la cárcel, piensa en las posibilidades del estado de María Cardona. Dice: "Esa tarde reflexioné y me dije que quizá se habría cansado de ser la amante de un condenado a muerte. También se me ocurrió la idea de que, quizás, estuviese enferma o muerta. Estaba dentro del orden de las cosas". En El mito de Sísifo, Camus aclara lo conformista o indiferente que se puede ser cuando se crea la idea del orden como probabilidad de hechos posibles que corresponden a la vida, y brinda la siguiente explicación:

Todas las morales se fundan en la idea de que un acto tiene consecuencias que lo justifican o lo borran. Un espíritu empapado de absurdo juzga solamente que esas consecuencias deben ser consideradas con serenidad. Está dispuesto a pagar. Dicho de otro modo, si bien para él puede haber responsables, no hay culpables. Todo lo más consentirá en utilizar la experiencia pasada para fundamentar sus actos futuros. El tiempo hará vivir al tiempo y la vida servirá a la vida. En este campo a la vez limitado y atestado de posibilidades, todo le parece imprevisible en sí mismo y fuera de su lucidez. (Camus, 1985, p.36)

Con esta explicación que brinda Camus, se puede comprender la actitud fría con la que Marta enfrenta sin culpa el asesinato a su hermano y su posterior confesión. Pero tiene conciencia de su responsabilidad, sigue siendo humana, cargada de características humanas, y eso la embarga en un odio contra él. Marta se da cuenta que las aspiraciones que se realiza el hombre no tienen significado alguno pues al único punto a donde se dirige es hacia la muerte, entonces "¿para qué gritar hacia el mar o hacia el amor?". No vale la pena apuntar hacia la satisfacción de deseos puesto que estos son una ilusión y los sentimientos son, por lo tanto, una condena. Por ello, Marta le propone a María que pida a dios que le conceda ser como una piedra, luego añade: Ésa es la felicidad que él (dios) se reserva, la única felicidad auténtica.

Finalmente, en la escena que le sigue se muestra al personaje que ha tenido presencia en los momentos más importantes de la obra, pero de una manera pasiva. El cridado anciano, un hombre, hombre aparentemente mudo, que solo habla lo fundamental, que ha observado a Jan junto a María, que ha interrumpido a Marta cuando ella pudo ver el pasaporte, que ha recogido el pasaporte y no lo mostró a nadie, que entrega el pasaporte y se retira sin decir nada; en fin, que ha tenido las posibilidades de realizar intervenciones que pudieron modificar el curso trágico de la historia, responde al llamado de María y, cual sentimientos de piedra, responde con un insensible "no". Albert Camus finaliza la obra brindando un último indicio sobre la identidad del criado anciano, que conlleva a considerarlo como la representación de dios.

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Autor: Villanueva Amaya Edwin
Referencia informativa

Camus, A. (1985). El mito de Sísifo. Madrid: Losada.
Camus, A. (1944). El malentendido. Zaragoza: Titivillus.

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